Cada 8 de noviembre se celebra el Día Mundial del Urbanismo. Una oportunidad para echar un vistazo a las estructuras y ordenación de las ciudades actuales, buscando nuevas formas de hacer la vida más fácil (y accesible) a todos. En este sentido, la arquitectura y el párkinson tienen mucho que decir a la hora de encaminarnos hacia la smart city.
Según el blog de movilidad sostenible Muévete En Verde, una ciudad inteligente o smart city es “una ciudad cuya su inversión social, sus infraestructuras y sus habitantes se apoyan en las nuevas tecnologías para conseguir una calidad de vida y una gestión de recursos óptima”. Es decir: Una smart city tiene muchas similitudes con las Unidades de Trastorno del Movimiento en los hospitales. Estas últimas se apoyan en investigaciones y técnicas novedosas para mejorar la calidad de vida de pacientes, cuidadores y familiares. ¿Hablamos de una salud inteligente?
Si el urbanismo smart y la labor profesional en torno a la EP tienen algo en común es la búsqueda de comodidades para todos sus afectados. Seguro que, si vives en una ciudad grande (incluso en muchas pequeñas ya se preocupan por la accesibilidad urbana) habrás visto nuevas rampas, plazas de aparcamiento, semáforos sonoros… todo para ayudar a las personas en peligro de exclusión por sus minusvalías. La arquitectura urbana ya ha superado este bache, pero aún debe enfrentarse a otros, como son las enfermedades neurodegenerativas. Poco puede hacer el urbanismo por los síntomas no motores (emocionales, neuropsiquiátricos…) pero sí puede construir puentes para los motores (como el trastorno de marcha, las posibles caídas…)
Por suerte, las smart cities ya tienen parte del camino hecho. Muchas de las obras arquitectónicas que facilitan la movilidad de las personas con minusvalías también favorecen a los pacientes de párkinson. Pero queremos mencionar algunas específicas que pueden servir:
Los inmuebles de las ciudades inteligentes también deben recoger una serie de medidas, poco diferentes a las que encontramos en la calle. Primero, evitar obstáculos innecesarios. El mayor enemigo del movimiento son las alfombras, pero ciertos objetos que impiden la movilidad fluida (un jarrón de porcelana sobre un mueble poco estable, por ejemplo) tampoco son agradables para aquellos que sufren de EP. También es necesario contar con elementos visuales de apoyo (las barandillas, zonas de descanso, puertas automáticas) e incluso la domótica para ciertas tareas que pueden parecer sencillas, pero que se pueden complicar para una persona sin el 100% de sus capacidades (como subir o bajar persianas).
El urbanismo es una ciencia de ingeniería, pero también social. La innovación y el avance tecnológico son tan importantes como el avance hacia la inclusión de todos los colectivos. Y el párkinson tiene mucho que decir aquí. ¿Qué mejoras crees más necesarias para tu ciudad? Cuéntanoslo en nuestras redes sociales.
Cuestas, vallas y otros obstáculos a veces insalvables
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